miércoles, 1 de enero de 2014

Tranquilidad, donde estás?

Me encontré en la oficina discutiendo con mi jefe, intolerancia mutua, lo justifico porque es fin de año, más trabajo y todos cansados.  Se me ocurrió la brillante idea de ir a la playa, era el fin de semana anterior a la navidad.  Invité a una amiga, amorosa ella, pero habló mucho y restó para mi tranquilidad.  
Llegué el viernes en la noche y detrás de mi cabaña había un grupo de 5 jóvenes que su intensión era pasarlo bien, eso implicó que conversaran hasta las 6 de la mañana con música, risas, alcohol y conversación sin restricción de volumen.  Hasta ahí era tolerable aunque desperté varias veces en la noche.
Para mi sorpresa llegó un grupo en micro que ocuparon 10 cabañas, seguramente mi intolerancia no asimiló que ese grupo también iba a la playa a pasarlo bien sin controlar el alcohol y el volumen, para mi segunda noche no se pronosticaba nada mejor que la primera.  La fiesta duró hasta las 12:30 más o menos, temprano, pero nuestros amigos de la cabaña de atrás no sabían de horario y conversaron acompañados de alcohol hasta las 7 de la mañana, obviamente mi búsqueda de paz se fue a la basura.  Me vine a mi departamento a Santiago, temprano, llegué como a las 6 de la tarde encontrándome con la sorpresa que en mi populosa calle había una fiesta de navidad.  
Quiero que me disculpen algunas personas que se puedan sentir heridas con lo que voy a escribir, pero era una fiesta rasca, ordinaria, con apenas unas pocas personas siguiendo este ruido que no lo puedo llamar música, con enormes parlantes y unos cuatro micrófonos que los ocupaban para decir cualquier cosa.  Esta fiesta duró hasta las 10:30 más o menos, tomando en cuenta que era domingo, al otro día había que levantarse temprano para ir al trabajo, lo que hizo que tomara la decisión de ir a dormir donde mi madre.
El análisis podría ser muy profundo, pero de algo estoy muy segura, la próxima vez que quiera tranquilidad no la iré a buscar a ninguna parte, puedo encontrarme con grandes sorpresas.