lunes, 14 de abril de 2014

BENDITA ADOLESCENCIA

Hace varios años le fui recordando a un amigo, pasajes de nuestra adolescencia, mis vivencias con él y algo del entorno, lo reproduciré exactamente igual, 

"Te voy a contar la historia de dos personas que se conocieron hace mucho tiempo atrás, los nombres perdidos como algunos recuerdos, quedaran en el anonimato, historia conocida para ti y para mi que al leerla nos refrescará esos recuerdos de adolescente y una parte vital en nuestras vidas.  

Esta comenzó mas o menos por el año 1973, en dictadura militar o entrando a ella.  Pasamos parte de nuestra pre adolescencia y adolescencia juntos, como buenos amigos, compartiéndola sin compromisos ni obligaciones con nosotros ni con la sociedad, algo absortos y a la vez ajenos a la realidad del momento que vivíamos, crecimos con encuentros fortuitos contemplados por algún árbol, entre Cat Stevens, abrazos, Los Beatles, besos, conciertos y pasión. Compartimos lo que en esos momentos la inocencia, el entusiasmos y la juventud nos ofrecía, con juegos, miradas, abrazos, acercamientos, bailes, conversaciones, y coqueteos.

Nuestras reuniones comenzaban en las tardes y la mayoría de las veces se nos hacia de noche, uno de estos juegos, que me encantaba, era el ping pong y como éramos tantos, se hacia  mas fácil jugar al toque, consistía solo en dar un toque y dejar la paleta, para que el siguiente en la fila la tomara, corriera a la fila del otro lado, y nuevamente hacer lo mismo.  Lo sabroso era cuando quedábamos pocos y aquí venían las trampas tuyas, nos empujabas o dejabas la paleta donde no correspondía para que la siguiente persona no alcanzara a tomarla, y así podías ganar.  Infaltable eran tus remaches, aunque no se debían hacer. Eras bueno, al menos en ese juego, casi siempre quedabas para el final disputando un juego de 5 o 10 puntos.

Era una época en dictadura, donde el compartir de noche era todo un desafío, ya que nos quedábamos lo mas tarde posible.  Ese lugar era nuestro pasaje, frente al tuyo, donde protegidos por una reja hacía que nuestras conversaciones no tuvieran limites de horarios.  Nos juntábamos en lo que llamábamos "los juegos", un espacio con palmeras, árboles, columpios, a la entrada del pasaje al lado derecho y una pileta sin agua, donde nos metíamos todos adentro a mirar estrellas, ser felices, reírnos y contar chistes, hasta ser interrumpidos por uno de nuestros padres o por un buen grito de tu madre porque ya había empezado el toque de queda y tu no regresabas al departamento. Ahí se presentaba otro desafío, cruzar la calle ancha que nos separaba sin ser visto por alguna patrulla de militares o carabineros, lo que significaba un riesgo casi a diario.

Nuestros lugares de encuentro, en general eran la azotea de tu edificio, tu pieza, mi casa, mi pasaje. Recuerdo cuando mi amiga y vecina se fue de vacaciones y me pidió le regara el jardín de su casa. Fueron tardes lindas con pasión, donde el regar pasaba a segundo plano, y nuestros besos y cuerpos se encontraban con mayor libertad, esa libertad limpia de niños pre adolescentes que conocieron el deseo con inocencia y siguieron asi en la verdadera e inmaculada inocencia............